Portada |
En nuestra opinión, el autor logra entrelazar ambos
objetivos, el personal y el colectivo, de forma magistral. Estamos convencidos
que el libro no habría obtenido el mismo impacto en el lector si los hubiera abordado
por separado. Para entendernos, este gran trabajo tiene una parte objetiva que sería
imposible de captar en toda su esencia sin otra de subjetiva.Cabe mencionar también que la portada, obra del propio autor, con esa conocida bandera jamaicana, incluye un dibujo que representa a Lutxo paseando al lado del río Pisuerga a su paso por Valladolid, escuhando rocksteady por los cascos. Circunstancia que se menciona en esta su primera obra que también cuenta con otros dibujos de la Fabe All Stars y Chis.
Lutxo Pérez. Foto: L. Fraile |
Sin lugar a dudas, el autor hace gala de una extraordinaria
capacidad profesional de síntesis mediante ese buen oficio que le lleva a
seguir un ritmo narrativo ágil y persuasivo. De este modo, nos facilita una
lectura que nos empapa de numerosas referencias sin que por ello sucumbamos ahogados
entre datos y más datos como puede darse el caso en otras empresas similares de
musicología tan exhaustivas como ésta.
Lutxo es capaz de intercalar, con absoluta destreza,
brillantes reflexiones personales con una
serie reveladora de circunstancias cruciales en la historia de Jamaica a base
de nombres de canciones, músicos de estudio, grupos, fechas, calles, artistas, etc…
Con estos parámetros da vida a un trabajo consistente perfilado desde el alma y
regulado por el cerebro que agradará tanto al experto en sonidos jamaicanos
como a todo aquel que se interese por la música del siglo XX.
Contraportada |
“Los aficionados más enfermos del rocksteady asegurarán con
los ojos cerrados que esta fue la verdadera edad dorada de la cosa musical jamaiquina”,
nos dice su autor en uno de los capítulos del libro. Es una de las múltiples y
acertadas consideraciones que se aportan a lo largo del libro y que, en ningún
momento, nos indican que su responsable pretenda sentar cátedra al respecto.
Más bien se empeña, con una naturalidad
encomiable, en dejar bien claro que su obra responde a la empatía por un estilo artístico
porque “toda la música es susceptible de
provocar sensaciones bonitas, de aliviar las penas, de poner un rayo de sol
entre las nubes del día más gris”. Pero
no crean, como él mismo añade, que “mi
palabrería corresponde únicamente a las divagaciones de un espectador
ultrasensible”, ni mucho menos. Su absoluto dominio del género, sobre el que ha
realizado un enorme trabajo documental, nos permite acercarnos y conocer los
derroteros de un estilo que “fue la respuesta artística de todo el pueblo
jamaiquino a su desesperada situación vital”. El rocksteady, como bien apunta
Lutxo “sirvió de alivio a la resaca de la fiesta de la independencia y el ska,
y purificó las pasiones de un pueblo que súbitamente se vio conducido a la
deriva”.
Coxsone VV.AA. 1967 |
Los grandes protagonistas de esta historia son, ante todo,
la música y sus músicos, como Lynn
Taitt, guitarrista trinitense y arquitecto del rocksteady; los sound systems
que derivaron en los estudios como el de Duke Reid y Coxsone Dodd; así como una
larga lista de nombres indispensables como Lee Perry; Tommy McCook, Alton Ellis, Ken Boothe, Princer Buster, Desmond
Dekker, Bob Marley, Delroy Wilson, entre muchos más; y bandas como los
Paragons, Ethiopians, Tecniques, Uniques… Lutxo nos habla de todos ellos,
destaca sus virtudes pero también pone de manifesto algunos de sus defectos según
los casos. Incluso hay un apartado con un listado de más de 200 canciones “rocksteadys
del corazón”, así como un breve pero intenso análisis sobre la esclavitud con
el título de “Amarga caña de azucar” a cargo de Juan Suárez Rodríguez.
Todos los protagonistas del rocksteady y de este libro intentaron
subsistir, con mayor o menor fortuna, a la realidad sociopolítica y cultural de
la Jamaica
postcolonial, la de mediados de los sesenta. Una década considerada como el “mayor robo en la
historia de la música” en la que los
hurtos musicales eran habituales y la indefensión de los músicos frente a las
discográficas realmente flagrantes. Sin embargo, una isla con las dimensiones
de Asturias y con los mismos habitantes que Galicia, como nos recuerda Lutxo, fue
capaz de generar una avalancha de canciones y artistas memorables que, si bien en
muchos casos compartían riddims (bases rítmicas con un papel preponderante de
las cruciales líneas de bajo), fueron capaces de transmitir una emoción
incomparable con escasos recursos, a base de imaginación y creatividad a
raudales.
Lutxo Pérez. Foto: L. Fraile |
El libro de Lutxo Pérez acaba en el momento en que el pueblo
jamaiquino deja atrás el rocksteady y nace el reggae, el auténtico soul de un
país, que hasta el momento había adaptado a su idiosincracia el R&B
norteamericano. La era del rocksteady había profesionalizado el negocio e
introdujo avances técnicos y tecnológicos claves, dice el autor de esta obra. Pero
ese nombre genérico que al principio hizo gracia porque rimaba con “Get Ready”,
ya no gustaba a una sociedad mediatizada
por una “escuela de gestos en la que los pequeños detalles importan mucho”. Y precisamente son esos pequeños detalles, esa
escuela de gestos del propio Lutxo, la que se manifiesta en todas y cada una de
las páginas de este fabuloso libro. Un trabajo tan profesional como emotivo que,
con toda seguridad, enganchará al lector sensible de principio a fin hasta tal
punto que es posible que acabe caminando, como el autor, por las calles de su propia
ciudad, al tiempo que escucha rocksteady mientras reflexiona sobre algunos de esos
momentos catárticos tan vitales para todos.
Nota: El libro está a punto de agotar su primera edición en el momento de redactar esta reseña pero esta prevista una segunda con lo que puedes solicitar una copia a la editorial 33Series.
Por otra parte, la
lectura de "Catarsis Rocksteady" se puede acompañar musicalmente a través de una lista de Spotify cuyo enlace está aquí.
Documento sonoro:
Dice Lutxo en la página 165 de su libro "Catarsis Rocksteady": "Pongan a punto el corazón y entréguense a "One fine day" (Slim Smith and The Uniques 1968) como lo hizo el que esto escribe... Escucharla ahora me enseña que el rocksteady no me salvó la vida. Simplemente, llegó para formar parte de ella, para atrapar los momentos".
Me l'acabo de demanar! Quina pinta més bona!!! Gràcies Alex!!!!!
ResponderEliminarT'agradarà, segur, és un molt bon llibre. Gràcies a tu pel comentari,.
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