Javier Extremera, Petit Cabroin. Foto: Anna Pahissa |
Javier también ha colaborado con Los Hijos Bastardos de Henry Chinaski y en una de sus trabajos conjuntos conoce a Álex Vivero (Sol Lagarto, Freewhilin Tornados, Santos) quien se encargaría de la producción de este su primer disco en solitario. Grabado en directo en Blind Records, Javier se ha encargado de la voz principal y guitarras con la colaboración a la batería y voces, de Jonathan Zuriaga (cosmopolitANTS, Bryan Estepa); al bajo, Mikel Bassquez (Shuarma, Heydi, Joe Traveller); y al piano, Hammond y Mellotron, Charlie Bautista (Amigos Imaginarios, Russian Red, Sunday Drivers, Christina Rosenvinge). Alex Vivero también ha aportado guitarra, lap steel y voces. La mezcla y las percusiones han corrido a cargo de Santos Berrocal (Sidonie, Love of Lesbian, entre otros) y Bryan Estepa ha formado parte de los coros en “Pregúntale al guionista”. El exquisito diseño gráfico ha corrido a cargo de Albert Roures con dibujos de Israel Extremera y Elmo.
El disco se abre con “Sin Más”, tema donde sobresalen esas espaciosas guitarras acústicas, con presencia sublime de Hammond acompañando a esa voz tan especial que nos dice que: “sin más ha vuelto a pasar, se apagó el calentador…”. Melodía enternecedora en la que se combinan situaciones cotidianas con peticiones cariñosas como “sécame despacio, que no tengo prisa por volverme a vestir”. A destacar esas reflexiones tan afiladas y que distinguen el disco como: “mi primer amor fui yo… aunque me canso de seguir así”. Un tema que acaricia las intensidades sonoras para descargar en el conmovedor estribillo, mediante cambios armónicos ejemplares. A destacar el primero de los múltiples solos de guitarra que aportan detalles psicodélicos o de Pop con múltiples efectos y matices en casi todos los temas.
Le sigue la descomunal “De cabeza a un charco”, con guitarras cortantes de power pop dirigiendo los pasos del tema principal que nos permite seguir “huyendo de lo que antes nos sentaba como un guante”. Papel también importante el realizado por un conciso órgano, y de nuevo otro de los geniales aforismos de Javier: “Cómo ignorar la realidad, duele pero cura aún más”. Como bien nos dice, “ojala todo fuese renunciar”. A continuación nos ofrece una interesante juego de emociones alrededor de “Disimular fatal”, canción luminosa, con esas magníficas guitarras acompañadas de piano. Una partida de cartas como posible símil de la vida, en la que puedes apostar, jugar a ganar, y en la que “no pierde, quien no tiene nada que entregar” porque “seguimos siendo seres de reparto a los que se les da muy bien disimular fatal”.
“La Ciudad de los que dijeron sí” tiene un comienzo introspectivo, con esos cruciales arpegios tan reservados, y con frases agridulces como: “hacías la cama solo para poder deshacerla mientras yo limpiaba las ventanas, corría las cortinas para que no vieran la porquería…” . Encantador medio tiempo con guitarras y órgano más ese ritmo tan bien delimitado como espaciado para explicarnos con elegancia que “mientras todos duermen en la ciudad de los que dijeron sí, yo trasnocho por si acaso vuelves por aquí…”. Incluye también un más que memorable momento de soul a base de un descomunal órgano.
“En tus ojos”, es esa canción acústica de folk casi perfecta, lo más parecida a un sueño, con detalles preciosos de bajo, ritmos latinos y escobillas sublimes. Petit Cabroin nos dice que “solo intentaba hacerte feliz, o que no olvidaras no serlo… me intenté parecer a ése que tus ojos dibujaron una remota vez… perderme en tus ojos solo fue un acto de fe”. Le sucede “Pregúntale al guionista”, un tema muy Badfinger con pasajes de guitarra y órgano fascinantes, en el que emergen esas preguntas tan recurrentes de nuestras complicadas vidas siempre al límite de la insatisfacción existencial: “¿qué podemos hacer, si ya está escrito lo que va a pasar y que Murphy sabe siempre algo más?. Quizá lo mejor sea preguntarle al guionista, “ese que se gana la vida jodiendo al personal… por si nos da algunas pistas de cómo puede acabar”.
“No fue sin querer” tiene unos encantadores aires soul que me recuerdan a los Style Council con ese ritmo un tanto perezoso pero a su vez maravillosamente envolvente, para advertirnos que “al final del camino todo se ve muy claro y conciso… no fui capaz de ver que iba derecho al olvido. Solía pensar que el tiempo era un amigo que te espera tranquilo pero es un mal nacido que luego te golpea en el sitio preciso”. “Nuestra gran mentira” tiene una cariñosa melodía con preciosos arreglos que magnifican razonamientos del tipo: “qué más da si se adueñan de la verdad y no quieren aceptar un poco de nuestra locura… nos quieren arrastrar vendiendo normalidad… no nos pueden engañar, se colaron y ahora nos toca esperar a que se acabe esta fiesta…huyamos antes de que nos puedan atrapar, que nos dejen en paz, que olviden nuestros nombres y podamos continuar con nuestra gran mentira”.
“Los ignorantes” tiene una excelente aportación de guitarra eléctrica poderosa y exquisitamente bailable para acompañar a desenlaces vitales como “no es verdad que me dé igual, solo intento aprender a desaprender, y reír de cosas que ahora me acompañan a dormir”. Contundente descripción del mundo que nos ha tocado vivir a regañadientes: “Sabes que el mundo es de los ignorantes, que no piensan nada antes y luego todo les da igual”.
“No más madera” es otro de los temas con detalles soul, con otro buen riff de guitarra, más coros bien definidos que surgen entre espectaculares crescendos que elevan esos versos tan sutiles como cuando nos dice: “no hay más cera que la que arde… no hay posibilidad de equivocarse… agarrados a las manillas de un reloj estropeado, necesitamos calma y tirábamos de drama y ficción…”. Genial ese final con "echamos la mierda al ventilador y al final nos dio.
El penúltimo tema del disco lleva por título “Tiros al aire”, con plena devoción acústica y ese brillante piano, en la que se ríe hasta de si mismo: “me llamaste inteligente, no me hagas reir, soy como el resto de la gente que no les gusta oír… en esta guerra solo habrá rehenes, ¿quién pagará el rescate? ”. Cierra el disco todo un “Bendito Error” con inicio de batería, que marca un ritmo milimetrado que permite la incorporación del resto de la genial banda con piano y guitarras eléctricas. Últimas reflexiones mediante las que “te preguntas quién soy yo, y te da miedo reconocer que los sabes mejor que yo… aunque te cueste descubrir con quién andas, valdrá la pena, inténtalo… “. Canción de resistencia al desamor: “aunque insistas en decir que no marcha, bendito error, valió la pena”. Excelente solo de guitarra con sublimes toques de lap steel más esos acordes finales de piano que van cerrando el disco de forma pausada hasta el último suspiro: “menos mal que cometimos este bendito error… “ .
Un final perfecto para el disco e incluso para nuestra reseña porque, parafraseando sus poesías, menos mal que, sin más, Javier Extremera se tiró de cabeza al charco de la vida para crear un disco en solitario tan genial como éste, sin esperar a que acabe la fiesta de aquellos que no quieren aceptar un poco de nuestra locura y que probablemente lo considerarán un error. A nuestro parecer, este álbum comporta, de principio a fin, un compendio entrañable de sentimientos con las ideas más que suficientes como para ayudarnos a luchar contra la imposición de la soledad, el desamor y la ignorancia. Entre melodías fascinantes y ritmos envolventes, a medio camino entre el pop, el folk y el soul, sus canciones perfilan un microcosmos personal perfectamente extensible a múltiples realidades, con una visión muy clara sobre la existencia. “De cabeza a un charco” de Petit Cabroin es ideal para, al menos, sacarle los colores a ese guionista malvado, responsable de gran parte del desaguisado de nuestras vidas pero sin olvidar que nunca viene mal una más que saludable autocrítica como bien nos deja entrever un inspiradísimo Javier Extremera.
Nota: Puedes escuchar las canciones y adquirir una copia del disco en Rock Indiana.
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